La Caza Comienza (Relato de Warcraft 3)
El demonio se retorcía en sus ataduras, soltando de su asquerosa boca horribles sustantivos describiendo a sus perseguidores, los cuales habían acabado con la persecución hace bastante.
-¡ELFOS ASQUEROSOS! ¡DEBILUCHOS ALFEÑIQUES! ¡ESTO NO ME DETENDRÁ!
La cadena que atravesaba sus brazos y piernas estaban bien sujetas al suelo. La sangre negra de la criatura se escurría a través de ella, cayendo al suelo y matando la vegetacion que alli se encontraba.
-Dejadlo.
Las carceleras, que hace unos segundos se concentraban en mantener quieto al monstruo, ahora soltaban la cadena y hacían una reverencia a su líder.
-TU... ZORRA... TE MATARE...
La celadora se acerco al descomunal ser inmóvil. Sus ojos rojos parecían emanar fuego al dirigir su vista a su captora. Esta sonreía a través de su mascara.
-¿COMO TE ATREVES? ¡SOY EL ELEGIDO DE LORD ARCHIMONDE! ¡TU ERES MENOS QUE UN INSECTO SIN MIEMBROS COMPARADO CONMIGO!
La vigilante se acerco a la criatura, hasta tener su pie en su enorme boca.
-Habla el que esta tirado en el suelo revuelto en su propia mugre - dijo con un toque frió y gracioso a la vez, que hizo a sus compañeras soltar una pequeña risa.
-ALÉJATE, INSIGNIFICANTE. LORD ARCHIMONDE ME ESPERA... -dijo el demonio, dirigiendo su vista al carbonizado árbol del mundo.
-Si quieres encontrarte con tu maestro, estaré encantada de cumplir tu deseo. Sin embargo, debo negar tu petición. Tus amos han sido derrotados. Tu maestro ya no existe.
-NO... ¡¡NO!!
El demonio intento liberarse, pero el pie de su atacante lo mantenía en el suelo. Sus alas estaban destrozadas. El antes llamado señor del terror estaba sin defensas, desangrándose, rodeado por una patrulla de elfas entrenadas principalmente para atrapar a seres como el.
-Tu eres el único remanente de la legión que queda, Mephistroth. Y en vez de acabar con tu miserable y mórbida existencia, voy a encerrarte en un agujero mas oscuro de lo que hayas visto alguna vez.
El Nathrezim no perdía la compostura. Si lo que decía la elfa era cierto, no podía permitirse dejar Azeroth para volver al Twisting Nether. Debía permanecer ahí. Contactar de alguna forma a sus demás maestros y traer a la Legión para que acabara lo que empezó.
-BIEN...
-A eso me refiero.
La vigilante saco su pie del cuello del demonio para luego bajarlo con toda su fuerza contra el abdomen del señor del terror. Este aulló de dolor mientras escupía sangre. Otra maldición salio de sus labios, dirigida a aquella que lo persiguió por todo el bosque hasta que esta situación tuvo lugar.
-Llevemoslo a las cuevas. Quiero deshacerme de el lo antes posible. Su sola presencia me hace querer vomitar.
Las carceleras asintieron con un "si, milady". Sujetaron fuertemente las cadenas que cubrían al demonio y lo arrastraron siguiendo a su señora. Maiev Shadowsong estaba pensativa. Reflexionaba sobre las consecuencias que tendría no tener al Árbol del Mundo manteniendo su inmortalidad, y la de sus hermanas. ¿Habría alguna vez mejor celadora que ella cuando ella partiera? Durante 10.000 años atrapo y encerró a los seres mas desagradables de Ashenvale: asesinos, violadores, psicópatas... traidores. Estos eran los que mas asco le daban. Aquellos que se habrían creído mas que sus hermanos, y habían decidido obrar por su cuenta sin pensar en las consecuencias. En su infinita arrogancia habían desafiado a los druidas y sacerdotes de mas alto rango en todo Ashenvale, y habían pagado cada pecado que cometieron gracias a Maiev. Los demonios no eran lo suyo. Ni siquiera estaba segura de por que mantenía viva a esa escoria. Una parte de ella le decía que le rebanara la garganta en ese momento y lo dejase desangrarse lentamente. Seguramente un destino mejor que el que recibieron sus victimas. Pero creyó que Shan'do Stormrage o sus hermanos druidas podrían necesitar a alguna de estas abominaciones para algo en algún futuro. Nunca se sabe, se decía ella misma. Aunque cada vez que posaba sus ojos en la alada criatura, sentía repulsión y desagrado. Le hacia recordar a aquellos que asesinaron a sus seres amados hace tantos milenios. Para ella, todos los servidores de la Legión Ardiente eran iguales, y todos merecían el mismo destino. Pero aun así se repetía "nunca se sabe".
Cuando por fin llegaron a una de las entradas de las Barrow Deeps, una entrada que solo las celadoras conocían, que daba directamente a las celdas, Maiev sintió alivio. Encerraría al demonio en el calabozo mas repugnante y oscuro de la prisión. Uno que reflejara totalmente a su ocupante. Cuando se dispuso a entrar mientras Mephistrot gruñía de dolor, no pudo evitar reconocer el olor a sangre. Pero no la sangre del horrendo ser que tenia al lado, sino sangre familiar. Sangre elfa. Sangre... de hermanas.
-En guardia. Algo ha pasado.
Las vigilantes se formaron en posición de batalla, utilizando sus sentidos para encontrar cualquier cosa que les indicara un objetivo. Maiev bajo a las celdas inferiores y junto con su escuadrón se dirigió rápidamente a donde provenía el olor. Al acercarse al bloque, ella vio que las puertas estaban derrumbadas, y cuando las traspaso, lo vio: sus vigilantes asesinados. Todos y cada uno de ellos. Incluidas las criaturas designadas a la tarea de proteger la celda mas importante. A cada paso que daba se encontraba con mas y mas celadoras muertas. Su sangre brotaba de las flechas incrustadas en su pecho, su cabeza, sus rostros. Los oso búhos tenían múltiples flechas alrededor de su cuerpo, mostrando que habían dado batalla en sus últimos momentos. Maiev empezaba a tener recuerdos. Veía a sus vigilantes caídas como sus amigos y familiares, cruelmente destazados por la Legión en su primera incursión a Azeroth. Maiev no podía resistir cerrar sus puños con fuerza y rabia. No fue hasta que escucho un gemido unas habitaciones mas adelante que salio de su trance. Se dispuso a dirigirse ahí, siempre mirando atrás para ver a ese inmóvil y patético demonio, cuya persecución le prohibió estar en el lugar cuando la masacre comenzó. Cuando llego a la habitación de donde provenía el sonido, vio a una vigilante con una gran perdida de sangre recostada en las piernas de otra, menos herida, que le administraba un bálsamo curativo.
-Tranquila, bebelo. Aliviara el dolor.
Maiev reconoció esa voz y, de forma sorprendida, exclamo:
-¿Naisha?
La elfa levanto la vista de su moribunda compañera y vio con alivio a su lider y amiga.
-¿Maiev? Oh, gracias a Elune has llegado.
Maiev se acerco a la vigilante, con un gesto de tristeza en su rostro.
-¿Que ocurrió aquí, Naisha? ¿Quien ha provocado esta matanza indiscriminada?
-Yo... no puedo creer lo que vi.
Los ojos de Naisha empezaron a lagrimear. Maiev se agacho y limpio las mejillas de su amiga con sus manos.
-Cálmate. Dime lo que viste.
Naisha se puso a recordar, dispuesta a contarle a la celadora lo sucedido:
-Estábamos patrullando como siempre, cuando escuchamos a los guardias de la puerta gritando. Nos dirigimos allí, no sin antes decirle a Califax que asegurara la celda principal. Cuando llegamos, vimos a los guardias muertos.. y...
Naisha estaba al borde de las lagrimas. Maiev estaba angustiada.
-¿Que? ¿A quien viste?
-Era... la sacerdotisa Tyrande.
Maiev sentía como su sangre se helaba. No había escuchado ese nombre desde hace siglos, y esperaba no volver a escucharlo.
-Ella y sus centinelas... atacaron a mis vigilantes. Intente preguntarles el por que de esa locura, pero no paraban de dispararme. Apenas pude sobrevivir. Sabia que no podía ganar. Un oso búho cayo muerto sobre mi y ellas me creyeron muerta, porque continuaron su camino. Escuchaba a las demas luchando y cayendo. A la sacerdotisa ordenando a sus guerreras, ella...
-Ya.
Maiev detuvo el relato de Naisha levantando su mano. Esta no pudo aguantar mas y rompió en llanto. Maiev no podía procesar la información que su amiga le había dado. Esto era un completo acto de traición, y de nada mas que de Tyrande Whisperwind, su antigua superior en sus días de sacerdotisa de Elune. No fue hasta que Naisha volvió a hablar cuando Maiev dejo de pensar en el castigo que le impondría a la asesina de sus hermanas para concentrarse en la voz de su amiga.
-Hay algo mas... y... es lo peor...
Maiev escucho. Y cuando Naisha dijo lo que debía decir, la líder de la vigilantes corrió lo mas rápido que pudo hacia el final del bloque donde se encontró con la peor escena: Califax, el guardián, yacía muerto en el piso y la celda que resguardaba al principal motivo por el que la prisión se creo, mostraba sus puertas derribadas...
-El traidor... ha escapado. -le había dicho Naisha.
Maiev miro al suelo. La sangre de los guardias le tocaba los pies. Sujeto su abanico de cuchillas y mirando a la celda, dijo para si misma:
-Arreglare eso.
Dejo de decirse que nunca se sabe, pues ahora ya lo sabia.
-¡ELFOS ASQUEROSOS! ¡DEBILUCHOS ALFEÑIQUES! ¡ESTO NO ME DETENDRÁ!
La cadena que atravesaba sus brazos y piernas estaban bien sujetas al suelo. La sangre negra de la criatura se escurría a través de ella, cayendo al suelo y matando la vegetacion que alli se encontraba.
-Dejadlo.
Las carceleras, que hace unos segundos se concentraban en mantener quieto al monstruo, ahora soltaban la cadena y hacían una reverencia a su líder.
-TU... ZORRA... TE MATARE...
La celadora se acerco al descomunal ser inmóvil. Sus ojos rojos parecían emanar fuego al dirigir su vista a su captora. Esta sonreía a través de su mascara.
-¿COMO TE ATREVES? ¡SOY EL ELEGIDO DE LORD ARCHIMONDE! ¡TU ERES MENOS QUE UN INSECTO SIN MIEMBROS COMPARADO CONMIGO!
La vigilante se acerco a la criatura, hasta tener su pie en su enorme boca.
-Habla el que esta tirado en el suelo revuelto en su propia mugre - dijo con un toque frió y gracioso a la vez, que hizo a sus compañeras soltar una pequeña risa.
-ALÉJATE, INSIGNIFICANTE. LORD ARCHIMONDE ME ESPERA... -dijo el demonio, dirigiendo su vista al carbonizado árbol del mundo.
-Si quieres encontrarte con tu maestro, estaré encantada de cumplir tu deseo. Sin embargo, debo negar tu petición. Tus amos han sido derrotados. Tu maestro ya no existe.
-NO... ¡¡NO!!
El demonio intento liberarse, pero el pie de su atacante lo mantenía en el suelo. Sus alas estaban destrozadas. El antes llamado señor del terror estaba sin defensas, desangrándose, rodeado por una patrulla de elfas entrenadas principalmente para atrapar a seres como el.
-Tu eres el único remanente de la legión que queda, Mephistroth. Y en vez de acabar con tu miserable y mórbida existencia, voy a encerrarte en un agujero mas oscuro de lo que hayas visto alguna vez.
El Nathrezim no perdía la compostura. Si lo que decía la elfa era cierto, no podía permitirse dejar Azeroth para volver al Twisting Nether. Debía permanecer ahí. Contactar de alguna forma a sus demás maestros y traer a la Legión para que acabara lo que empezó.
-BIEN...
-A eso me refiero.
La vigilante saco su pie del cuello del demonio para luego bajarlo con toda su fuerza contra el abdomen del señor del terror. Este aulló de dolor mientras escupía sangre. Otra maldición salio de sus labios, dirigida a aquella que lo persiguió por todo el bosque hasta que esta situación tuvo lugar.
-Llevemoslo a las cuevas. Quiero deshacerme de el lo antes posible. Su sola presencia me hace querer vomitar.
Las carceleras asintieron con un "si, milady". Sujetaron fuertemente las cadenas que cubrían al demonio y lo arrastraron siguiendo a su señora. Maiev Shadowsong estaba pensativa. Reflexionaba sobre las consecuencias que tendría no tener al Árbol del Mundo manteniendo su inmortalidad, y la de sus hermanas. ¿Habría alguna vez mejor celadora que ella cuando ella partiera? Durante 10.000 años atrapo y encerró a los seres mas desagradables de Ashenvale: asesinos, violadores, psicópatas... traidores. Estos eran los que mas asco le daban. Aquellos que se habrían creído mas que sus hermanos, y habían decidido obrar por su cuenta sin pensar en las consecuencias. En su infinita arrogancia habían desafiado a los druidas y sacerdotes de mas alto rango en todo Ashenvale, y habían pagado cada pecado que cometieron gracias a Maiev. Los demonios no eran lo suyo. Ni siquiera estaba segura de por que mantenía viva a esa escoria. Una parte de ella le decía que le rebanara la garganta en ese momento y lo dejase desangrarse lentamente. Seguramente un destino mejor que el que recibieron sus victimas. Pero creyó que Shan'do Stormrage o sus hermanos druidas podrían necesitar a alguna de estas abominaciones para algo en algún futuro. Nunca se sabe, se decía ella misma. Aunque cada vez que posaba sus ojos en la alada criatura, sentía repulsión y desagrado. Le hacia recordar a aquellos que asesinaron a sus seres amados hace tantos milenios. Para ella, todos los servidores de la Legión Ardiente eran iguales, y todos merecían el mismo destino. Pero aun así se repetía "nunca se sabe".
Cuando por fin llegaron a una de las entradas de las Barrow Deeps, una entrada que solo las celadoras conocían, que daba directamente a las celdas, Maiev sintió alivio. Encerraría al demonio en el calabozo mas repugnante y oscuro de la prisión. Uno que reflejara totalmente a su ocupante. Cuando se dispuso a entrar mientras Mephistrot gruñía de dolor, no pudo evitar reconocer el olor a sangre. Pero no la sangre del horrendo ser que tenia al lado, sino sangre familiar. Sangre elfa. Sangre... de hermanas.
-En guardia. Algo ha pasado.
Las vigilantes se formaron en posición de batalla, utilizando sus sentidos para encontrar cualquier cosa que les indicara un objetivo. Maiev bajo a las celdas inferiores y junto con su escuadrón se dirigió rápidamente a donde provenía el olor. Al acercarse al bloque, ella vio que las puertas estaban derrumbadas, y cuando las traspaso, lo vio: sus vigilantes asesinados. Todos y cada uno de ellos. Incluidas las criaturas designadas a la tarea de proteger la celda mas importante. A cada paso que daba se encontraba con mas y mas celadoras muertas. Su sangre brotaba de las flechas incrustadas en su pecho, su cabeza, sus rostros. Los oso búhos tenían múltiples flechas alrededor de su cuerpo, mostrando que habían dado batalla en sus últimos momentos. Maiev empezaba a tener recuerdos. Veía a sus vigilantes caídas como sus amigos y familiares, cruelmente destazados por la Legión en su primera incursión a Azeroth. Maiev no podía resistir cerrar sus puños con fuerza y rabia. No fue hasta que escucho un gemido unas habitaciones mas adelante que salio de su trance. Se dispuso a dirigirse ahí, siempre mirando atrás para ver a ese inmóvil y patético demonio, cuya persecución le prohibió estar en el lugar cuando la masacre comenzó. Cuando llego a la habitación de donde provenía el sonido, vio a una vigilante con una gran perdida de sangre recostada en las piernas de otra, menos herida, que le administraba un bálsamo curativo.
-Tranquila, bebelo. Aliviara el dolor.
Maiev reconoció esa voz y, de forma sorprendida, exclamo:
-¿Naisha?
La elfa levanto la vista de su moribunda compañera y vio con alivio a su lider y amiga.
-¿Maiev? Oh, gracias a Elune has llegado.
Maiev se acerco a la vigilante, con un gesto de tristeza en su rostro.
-¿Que ocurrió aquí, Naisha? ¿Quien ha provocado esta matanza indiscriminada?
-Yo... no puedo creer lo que vi.
Los ojos de Naisha empezaron a lagrimear. Maiev se agacho y limpio las mejillas de su amiga con sus manos.
-Cálmate. Dime lo que viste.
Naisha se puso a recordar, dispuesta a contarle a la celadora lo sucedido:
-Estábamos patrullando como siempre, cuando escuchamos a los guardias de la puerta gritando. Nos dirigimos allí, no sin antes decirle a Califax que asegurara la celda principal. Cuando llegamos, vimos a los guardias muertos.. y...
Naisha estaba al borde de las lagrimas. Maiev estaba angustiada.
-¿Que? ¿A quien viste?
-Era... la sacerdotisa Tyrande.
Maiev sentía como su sangre se helaba. No había escuchado ese nombre desde hace siglos, y esperaba no volver a escucharlo.
-Ella y sus centinelas... atacaron a mis vigilantes. Intente preguntarles el por que de esa locura, pero no paraban de dispararme. Apenas pude sobrevivir. Sabia que no podía ganar. Un oso búho cayo muerto sobre mi y ellas me creyeron muerta, porque continuaron su camino. Escuchaba a las demas luchando y cayendo. A la sacerdotisa ordenando a sus guerreras, ella...
-Ya.
Maiev detuvo el relato de Naisha levantando su mano. Esta no pudo aguantar mas y rompió en llanto. Maiev no podía procesar la información que su amiga le había dado. Esto era un completo acto de traición, y de nada mas que de Tyrande Whisperwind, su antigua superior en sus días de sacerdotisa de Elune. No fue hasta que Naisha volvió a hablar cuando Maiev dejo de pensar en el castigo que le impondría a la asesina de sus hermanas para concentrarse en la voz de su amiga.
-Hay algo mas... y... es lo peor...
Maiev escucho. Y cuando Naisha dijo lo que debía decir, la líder de la vigilantes corrió lo mas rápido que pudo hacia el final del bloque donde se encontró con la peor escena: Califax, el guardián, yacía muerto en el piso y la celda que resguardaba al principal motivo por el que la prisión se creo, mostraba sus puertas derribadas...
-El traidor... ha escapado. -le había dicho Naisha.
Maiev miro al suelo. La sangre de los guardias le tocaba los pies. Sujeto su abanico de cuchillas y mirando a la celda, dijo para si misma:
-Arreglare eso.
Dejo de decirse que nunca se sabe, pues ahora ya lo sabia.
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