Un Mundo No Tan Oscuro 2.2
Capitulo 2: Un día más
Son las 11:03AM. El sol está potente. Se siente un calor destacable. Todos los ventiladores y abanicos de la casa se mueven para combatirlo. Roke desayuna en la mesa del salón, sin sonrisa, con el ventildaro de techo y otro pequeño y portatil enfrentando al insoportable sudor que el joven desprende. Está en su forma humana, pues ser lobo en esa temperatura sería un suicidio, pese a que ciertos atletas licános ejerciten en esa forma para tonificar más. El plato elegido de Roke es carne de roedor lampiño. Tránquilo, comparado con lo que comunmente comen los licántropos, esa rata es un bacon. Es epoca de vacaciones, pero no hay casi nadie en las calles o viajando como en otros años. Usualmente Roke estaría charlando por Skyope con su peña, pero estos estan enterrados. En lo único en lo que puede pensar el joven lobo es en lo que le dijo su hermano la noche anterior a ayer. El nombre del supuesto culpable invade todos sus pensamientos. En ocasiones le da rostro y forma a ese nombre y se imagina despedazandolo en un frenesí imparabla y sangriento. Big Boy Bob le prometió que él y su club se encargarían de encontrar a este individuo así tengan que romper un par de craneos. Bueno, unos cuantos pares.
Desde esa noche, Roke se ha despertado a las 10:56AM, aquejado por el calor y las pesadillas que lo hacen desprenderse de la cama y ponerse a hacer algo. No hay noticias del resto de sobrevivientes, pero han armado un grupo de teléfono donde se compartirán sus avances. Gracias a este, cada uno sabe que sus contactos estan en la busqueda del mismo hombre. Marbolo Whittman, un ser maligno que por lo poco que se ha visto, no existe.
La Sra Sitwell está trabajando fuera de casa, mientras que su esposo lo hace dentro de ella. Roke mira hacia la puerta del laboratorio subterraneo, preguntandose si su padre sigue ahí. Es un hombre enfocado en su trabajo sin llegar a ser un patriarca ausente. En su niñez, Roke logró gozar de todas las actividades que padre e hijo pudiesen practicar: deportes, juegos, etc. Esta relación, sin embargo, se fue disipando a medida que ambos crecían. Roke se fue interesando en otros temas mientras que Robert se quedaba en lo suyo, aumentando su intensidad con el mismo.
Ahora que lo pensaba, Roke no había visto muchas veces a su padre fuera del laboratorio. Estuvo presente en su regaño tras la reunión, pero fuera de eso, eran encuentros muy puntuales. Él trabajaba allí, dormía allí, comía allí. ¿Habrá un baño ahí abajo? Posiblemente. Fuera lo que fuera en lo que estaba trabajando tan árduamente, cosa que no le contó ni a su esposa, debía ser importante. Roke sabía que su bisabuelo fue un científico joven de la guerra, y que este había implantado su pasión por la investigación en las generaciones posteriores.
Este proyecto secreto dejaba a intuír la imaginación, pues Robert ha sostenido que no dará detalles a nadie hasta conseguir resultados favorables, por lo que se puede suponer que el proyecto da para largo. Es la principal razón por la que la familia ha adquirido cada vez más cabezas de ganado, quienes son mantenidas en el terreno de atras, alimentadas a diario por la Sra Sitwell como si de otros hijos se trataran. Lo único que sabe Roke sobre esos animales es que saben sabrosos a medio cocinar.
Antes de que se diera cuenta, Roke termina su desayunp y ya se ha llevado la mano vacía a la boca 3 veces. El joven lleva el plato al fregadero y comienza a lavarlo, pues ha sido críado por su madre para ser de ayuda. Mientras enjuaga, sigue mirando la metálica puerta azul. No ha entrado ahí desde que era un cachorro y nunca ha sentido interés en entrar de nuevo. Pero ante esta falta de cosas por hacer, el calor abrumador y la curiosidad espontánea, ese laboratorio resulta una opción viable para enfriarse, más allá de no tener idea de que se va a encontrar en él.
Desde esa noche, Roke se ha despertado a las 10:56AM, aquejado por el calor y las pesadillas que lo hacen desprenderse de la cama y ponerse a hacer algo. No hay noticias del resto de sobrevivientes, pero han armado un grupo de teléfono donde se compartirán sus avances. Gracias a este, cada uno sabe que sus contactos estan en la busqueda del mismo hombre. Marbolo Whittman, un ser maligno que por lo poco que se ha visto, no existe.
La Sra Sitwell está trabajando fuera de casa, mientras que su esposo lo hace dentro de ella. Roke mira hacia la puerta del laboratorio subterraneo, preguntandose si su padre sigue ahí. Es un hombre enfocado en su trabajo sin llegar a ser un patriarca ausente. En su niñez, Roke logró gozar de todas las actividades que padre e hijo pudiesen practicar: deportes, juegos, etc. Esta relación, sin embargo, se fue disipando a medida que ambos crecían. Roke se fue interesando en otros temas mientras que Robert se quedaba en lo suyo, aumentando su intensidad con el mismo.
Ahora que lo pensaba, Roke no había visto muchas veces a su padre fuera del laboratorio. Estuvo presente en su regaño tras la reunión, pero fuera de eso, eran encuentros muy puntuales. Él trabajaba allí, dormía allí, comía allí. ¿Habrá un baño ahí abajo? Posiblemente. Fuera lo que fuera en lo que estaba trabajando tan árduamente, cosa que no le contó ni a su esposa, debía ser importante. Roke sabía que su bisabuelo fue un científico joven de la guerra, y que este había implantado su pasión por la investigación en las generaciones posteriores.
Este proyecto secreto dejaba a intuír la imaginación, pues Robert ha sostenido que no dará detalles a nadie hasta conseguir resultados favorables, por lo que se puede suponer que el proyecto da para largo. Es la principal razón por la que la familia ha adquirido cada vez más cabezas de ganado, quienes son mantenidas en el terreno de atras, alimentadas a diario por la Sra Sitwell como si de otros hijos se trataran. Lo único que sabe Roke sobre esos animales es que saben sabrosos a medio cocinar.
Antes de que se diera cuenta, Roke termina su desayunp y ya se ha llevado la mano vacía a la boca 3 veces. El joven lleva el plato al fregadero y comienza a lavarlo, pues ha sido críado por su madre para ser de ayuda. Mientras enjuaga, sigue mirando la metálica puerta azul. No ha entrado ahí desde que era un cachorro y nunca ha sentido interés en entrar de nuevo. Pero ante esta falta de cosas por hacer, el calor abrumador y la curiosidad espontánea, ese laboratorio resulta una opción viable para enfriarse, más allá de no tener idea de que se va a encontrar en él.
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