Un Mundo No Tan Oscuro 2.5
Capitulo 5: Bayas del Patio
Ese es el desayuno que Austin degusta en estos instantes. La alacena esta vacía y el cajón donde guardaba sus golosinas ha sido saqueado. Sus padres estan ausentes, así como sus hermanos. Por ende, llevado por el hambre matutino, el joven ha escalado los árboles de su patio trasero para tomar los diminutos pero abundantes aperitivos de la naturaleza. No es la primera vez que debe efectuar esta acción. Austin ya tiene experiencia trepando árboles, ya sea por esta razón de la busqueda de alimento o para escapar de algún hermano enfadado.
Tras haber juntado los yuyos suficientes como para llenar su estomago, Austin se sienta en la sombra de su pórtico para escapar del abrumador calor del interior. El continúo olor a plantas para pociones no ayuda a hacer menos pesado el ambiente. Vestido únicamente con un calzoncillo repleto de agujeros que no logran mostrar lugares vulgares, el joven humano come las bayas rojas una por una, sabiendo que no son de carácter mágico y son aptos para el consumo sano.
Hace un par de días, el chico logró algo que creía imposible: convencer a uno de sus familiares a hacer algo. Consiguió que Jessie reanudase su relación con Tublan, a lo cual ésta le agradeció revelandole lo visto en su bola de cristal esa misma noche. Sin duda, el nombre del individuo era misterioso, pero más aún lo eran las personas con las que la bruja lo averiguó. Había comenzado con gente de la Iglesia de Vida que no tenía protección mágica (lo cual no fue fácil) pero pasó por miembros de cultos menores, funcionarios del gobierno, empleados estatales e independientes, estudiantes y hasta familiares de anarquistas conocidos. Este popurrí de individuos era de lo más variada. Personas que en circunstancias cualquiera no se podrían relacionar estaban conectadas por el conocimiento de un nombre.
Mientras Austin masticaba las bayas, oyó el ruido de la camioneta de su padre. En la misma se encontraban su hermano brujo Barq y su hermano licano Devon. El joven determinó que habían traído el alimento así que fue a recibirlos, guardandose las bayas restantes en el bolsillo. Los tres hombres entraron a la casa arrastrando una bolsa bastante grande.
-Tú, enciende el horno. -dijo el sr Jackson a Austin sin mirarlo, con esa voz ronca salida de una garganta atacada por el cigarrillo y el alcohol. -Tengo demasiada hambre.
Austin obedeció esta orden mecánicamente. Abrió el sucio horno y presionó el primer botón de la derecha, manteniendolo apretado durante 30 segundos.
-Barq, -dijo Austin a su hermano brujo- ¿me das fuego?
El joven en cuestión comía una manzana que había tomado de un árbol en el camino.
-Trae papel. -le respondió al humano sin dejar de comer.
Austin, sin sacar el dedo del botón, se estiró hasta el cajón cercano y lo abrió, sacando del mismo un papel fino. Enrollandolo con una mano, se lo acercó a su hermano, quien se concentró y generó una pequeña llama en la punta del papel. Austin metió el fuego en el interior del horno y el mismo se encendió, más no dejó de apretar el botón. Su padre ya había encendido la televisión y se encontraba sentado en su sillón azúl. Devon, el hermano lobo, miraba su celular para distraerse del voraz hambre que sentía. Barq hacía lo mismo mientras se rascaba su blanco cabello. Al pasar 10 segundos, Austin abandonó el botón y el fuego se mantuvo encendido para su alivio, pues no causaría la ira de sus familiares.
Devon no perdió el tiempo y abandonó su teléfono para sacar el contenido de la bolsa: grandes cabezas de cerdo decapitadas. Por la marca de su frente, Austin dedujó que era del rancho personal de Laney, su hermana licana, quien contaba con una granja y carnincería propia en el centro. Adquiría estos animales de proveedores exteriores a cambio de un tributo monetario. Devon depositó las cabezas en el horno amontonandolas un poco. Baba blanca caía de la boca del lobo y su cola se meneaba con cierta velocidad.
-Tu tunro. -dijo a Barq.
El brujo miró fijo al horno, extendió las manos y procedió a conjurar un hechizo de piromancia para aumentar la intensidad del fuego. Su padre lo había hecho perseguir esta rama para este mismo propósito, pues sostenía que debía hacer algo útil para la casa. Austin, al haber fracasado vez tras vez en el curso de magia, el patriarca se cansó de llevarlo al mismo, por lo que dejó de pagar sus estudios y le dijo que se arreglara como pudiese.
Austin revisó su celular y no notó nada nuevo. Ningún mensaje, ningún anuncio. Guau, ni siquiera había spam. Estos días no habían sido muy movidos. Las investigaciones del caso, tanto oficiales como extra, no llegaban a nada. La sustancia que mató lentamente a los no humanos era irrastreable y los registros de armas biologicas similares del tiempo de la guerra afirmaban que ya no existían. Las cámaras de seguridad no detectaban a los sujetos que se inmolaron desde antes que hicieran el acto. Es como si todo hubiese sido espontaneo, apareciendo de la nada. Se teorizaba sobre magia, pero detectores certificados no encontraban ningun rastro de esencia mágica. Era un callejón sin salida para el Estado, el cual intentaba limpiarse las manos lo más rápido posible.
Mientras el olor a carne se empezaba a hacer presente, causando el furor en los hambrientos hermanos (especialmente con Devon, cuyos ojos estaban rojos de la ansiedad), Austin procedía sentarse en la mesa. Un gesto de su padre lo interrumpió, indicandole que debía poner los condimentos. Austin se dirigió a la heladera amarilla y sacó las especias de cada almuerzo: salsa de tomate, mayonesa de cerdo, ojos de caballo enlatados, pan instantaneo y mostaza verde. Tomó todos estos objetos y los depositó en la mesa, junto al salero y el azucar cuyos contenedores estaban casi vacíos.
Devon salió de su trance y arrebató con rapidez la botella de salsa, llevandose gran parte de su contenido a la boca. Austin preparó el pan instantaneo, abriendo la bolsa y uniendo las lonjas finas que se fusionaron en uno grande. Barq bajó las manos y se dirigió a sus hermanos para decirles que la comida estaba lista, pero no pudo decir palabra alguna ya que su enardecido hermano lo apartó del camino y abrió el horno. Sin importarle las quemaduras que podría tener, tomó cabeza por cabeza y las arrojó sobre la mesa. Austin tuvo que atajarlas para que no se cayesen al suelo, pero él si se protegió las manos.
Barq recuperó el aliento por el conjuro y tomó una cabeza, disminuyendo su temperatura externa con otro hechizo sin importarle que su naríz empezase a sangrar. Devon no esperó nada y empezó a devorar la última cabeza que había tomado. Barq aderezó la suya con todos los condimentos y empezó a masticarla con la boca abierta. Austin, sin asco alguno y aún con los guantes puestos, abrió la cabeza con las manos y sacó pedacitos de su interior para soplarlos y depositarlos en su boca. Barq enfrió otra cabeza y se la llevó a su padre acompañado de un buen pedazo de pan. El hombre tomó el alimento y palmeó el hombro de su hijo sin apartar la mirada de la televisión. Tras esto, el brujo volvió a la mesa para reanudar su comida.
Mientras comía, Austin reanudó los pensamientos que tenía antes de la llegada de sus familiares. Repasando los individuos relacionados al nombre, el chico se dió cuenta de algo cuanto menos curioso y cuanto mucho interesante, algo que Tublan le mencionó: todas estas personas, pertenecientes a todos los ámbitos posibles, eran totalmente humanos, sin familiares de otras razas.
Tras haber juntado los yuyos suficientes como para llenar su estomago, Austin se sienta en la sombra de su pórtico para escapar del abrumador calor del interior. El continúo olor a plantas para pociones no ayuda a hacer menos pesado el ambiente. Vestido únicamente con un calzoncillo repleto de agujeros que no logran mostrar lugares vulgares, el joven humano come las bayas rojas una por una, sabiendo que no son de carácter mágico y son aptos para el consumo sano.
Hace un par de días, el chico logró algo que creía imposible: convencer a uno de sus familiares a hacer algo. Consiguió que Jessie reanudase su relación con Tublan, a lo cual ésta le agradeció revelandole lo visto en su bola de cristal esa misma noche. Sin duda, el nombre del individuo era misterioso, pero más aún lo eran las personas con las que la bruja lo averiguó. Había comenzado con gente de la Iglesia de Vida que no tenía protección mágica (lo cual no fue fácil) pero pasó por miembros de cultos menores, funcionarios del gobierno, empleados estatales e independientes, estudiantes y hasta familiares de anarquistas conocidos. Este popurrí de individuos era de lo más variada. Personas que en circunstancias cualquiera no se podrían relacionar estaban conectadas por el conocimiento de un nombre.
Mientras Austin masticaba las bayas, oyó el ruido de la camioneta de su padre. En la misma se encontraban su hermano brujo Barq y su hermano licano Devon. El joven determinó que habían traído el alimento así que fue a recibirlos, guardandose las bayas restantes en el bolsillo. Los tres hombres entraron a la casa arrastrando una bolsa bastante grande.
-Tú, enciende el horno. -dijo el sr Jackson a Austin sin mirarlo, con esa voz ronca salida de una garganta atacada por el cigarrillo y el alcohol. -Tengo demasiada hambre.
Austin obedeció esta orden mecánicamente. Abrió el sucio horno y presionó el primer botón de la derecha, manteniendolo apretado durante 30 segundos.
-Barq, -dijo Austin a su hermano brujo- ¿me das fuego?
El joven en cuestión comía una manzana que había tomado de un árbol en el camino.
-Trae papel. -le respondió al humano sin dejar de comer.
Austin, sin sacar el dedo del botón, se estiró hasta el cajón cercano y lo abrió, sacando del mismo un papel fino. Enrollandolo con una mano, se lo acercó a su hermano, quien se concentró y generó una pequeña llama en la punta del papel. Austin metió el fuego en el interior del horno y el mismo se encendió, más no dejó de apretar el botón. Su padre ya había encendido la televisión y se encontraba sentado en su sillón azúl. Devon, el hermano lobo, miraba su celular para distraerse del voraz hambre que sentía. Barq hacía lo mismo mientras se rascaba su blanco cabello. Al pasar 10 segundos, Austin abandonó el botón y el fuego se mantuvo encendido para su alivio, pues no causaría la ira de sus familiares.
Devon no perdió el tiempo y abandonó su teléfono para sacar el contenido de la bolsa: grandes cabezas de cerdo decapitadas. Por la marca de su frente, Austin dedujó que era del rancho personal de Laney, su hermana licana, quien contaba con una granja y carnincería propia en el centro. Adquiría estos animales de proveedores exteriores a cambio de un tributo monetario. Devon depositó las cabezas en el horno amontonandolas un poco. Baba blanca caía de la boca del lobo y su cola se meneaba con cierta velocidad.
-Tu tunro. -dijo a Barq.
El brujo miró fijo al horno, extendió las manos y procedió a conjurar un hechizo de piromancia para aumentar la intensidad del fuego. Su padre lo había hecho perseguir esta rama para este mismo propósito, pues sostenía que debía hacer algo útil para la casa. Austin, al haber fracasado vez tras vez en el curso de magia, el patriarca se cansó de llevarlo al mismo, por lo que dejó de pagar sus estudios y le dijo que se arreglara como pudiese.
Austin revisó su celular y no notó nada nuevo. Ningún mensaje, ningún anuncio. Guau, ni siquiera había spam. Estos días no habían sido muy movidos. Las investigaciones del caso, tanto oficiales como extra, no llegaban a nada. La sustancia que mató lentamente a los no humanos era irrastreable y los registros de armas biologicas similares del tiempo de la guerra afirmaban que ya no existían. Las cámaras de seguridad no detectaban a los sujetos que se inmolaron desde antes que hicieran el acto. Es como si todo hubiese sido espontaneo, apareciendo de la nada. Se teorizaba sobre magia, pero detectores certificados no encontraban ningun rastro de esencia mágica. Era un callejón sin salida para el Estado, el cual intentaba limpiarse las manos lo más rápido posible.
Mientras el olor a carne se empezaba a hacer presente, causando el furor en los hambrientos hermanos (especialmente con Devon, cuyos ojos estaban rojos de la ansiedad), Austin procedía sentarse en la mesa. Un gesto de su padre lo interrumpió, indicandole que debía poner los condimentos. Austin se dirigió a la heladera amarilla y sacó las especias de cada almuerzo: salsa de tomate, mayonesa de cerdo, ojos de caballo enlatados, pan instantaneo y mostaza verde. Tomó todos estos objetos y los depositó en la mesa, junto al salero y el azucar cuyos contenedores estaban casi vacíos.
Devon salió de su trance y arrebató con rapidez la botella de salsa, llevandose gran parte de su contenido a la boca. Austin preparó el pan instantaneo, abriendo la bolsa y uniendo las lonjas finas que se fusionaron en uno grande. Barq bajó las manos y se dirigió a sus hermanos para decirles que la comida estaba lista, pero no pudo decir palabra alguna ya que su enardecido hermano lo apartó del camino y abrió el horno. Sin importarle las quemaduras que podría tener, tomó cabeza por cabeza y las arrojó sobre la mesa. Austin tuvo que atajarlas para que no se cayesen al suelo, pero él si se protegió las manos.
Barq recuperó el aliento por el conjuro y tomó una cabeza, disminuyendo su temperatura externa con otro hechizo sin importarle que su naríz empezase a sangrar. Devon no esperó nada y empezó a devorar la última cabeza que había tomado. Barq aderezó la suya con todos los condimentos y empezó a masticarla con la boca abierta. Austin, sin asco alguno y aún con los guantes puestos, abrió la cabeza con las manos y sacó pedacitos de su interior para soplarlos y depositarlos en su boca. Barq enfrió otra cabeza y se la llevó a su padre acompañado de un buen pedazo de pan. El hombre tomó el alimento y palmeó el hombro de su hijo sin apartar la mirada de la televisión. Tras esto, el brujo volvió a la mesa para reanudar su comida.
Mientras comía, Austin reanudó los pensamientos que tenía antes de la llegada de sus familiares. Repasando los individuos relacionados al nombre, el chico se dió cuenta de algo cuanto menos curioso y cuanto mucho interesante, algo que Tublan le mencionó: todas estas personas, pertenecientes a todos los ámbitos posibles, eran totalmente humanos, sin familiares de otras razas.
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